Queridos padres y madres que se aventuran en la noble travesía de la crianza de sus hijos, la siguiente es una propuesta realizada por Augusto Cury, autor de varios libros y defensor de la educación emocional. Cada quien podría acomodarla, según sus situaciones de tiempo y ver si es posible sacar provecho de este gran proyecto.
En el bullicio del día a día,
entre las prisas por cumplir con las responsabilidades y las demandas del mundo
exterior, a menudo se nos olvida el valor invaluable de invertir tiempo y
energía en cultivar la conexión emocional con nuestros hijos. Como defensor
acérrimo de la educación emocional y el desarrollo de vínculos familiares
sólidos, me complace compartir con ustedes el Proyecto de Educación Emocional
(PEE), una propuesta que podría transformar radicalmente la dinámica de su
relación con sus hijos.
El primer paso del PEE es
desenchufar el televisor durante una semana entera cada dos meses. Este simple
gesto no solo les permitirá alejarse de las distracciones externas, sino que
también abrirá la puerta a posibilidades infinitas de interacción y diversión
en familia. Aprovechen este tiempo para descubrir nuevos hobbies, explorar la
naturaleza juntos o simplemente conversar y reír en la calidez del hogar.
El corazón del PEE radica en
dedicar seis semanas al año exclusivamente a compartir momentos significativos
con sus hijos. No es necesario emprender viajes exóticos ni desafiar al mundo
material; lo verdaderamente valioso es viajar al interior unos de otros, explorar
juntos la riqueza de sus emociones, pensamientos y sueños. Planifiquen
actividades creativas, desde cocinar en equipo hasta montar una obra de teatro
familiar, cultivando así la creatividad y el compañerismo en su hogar.
Hagan del Proyecto de Educación
Emocional un compromiso de por vida, un legado de amor y crecimiento
compartido. El deseo más profundo de todo padre debería ser construir una
amistad sólida con sus hijos, pues de esta conexión genuina emanan los frutos
más preciados: una educación brillante, el florecimiento de la armonía familiar
y la semilla de la felicidad auténtica. Dejen que el PEE sea su brújula en el
viaje de la crianza, guiándolos hacia la esencia misma de la vida: el amor y la
conexión humana.
Incluso los especialistas en
conflictos psíquicos, como yo, enfrentan desafíos y cometen errores en la
crianza. Lo esencial no radica en evitar los tropiezos, sino en saber cómo
gestionarlos de manera constructiva. Reconocer nuestras fallas, disculparnos
sinceramente y aprender de ellas son lecciones vitales que transmitimos a
nuestros hijos. Al modelar la humildad y la responsabilidad, les enseñamos el
valor del perdón y la autoaceptación.
En mi propia travesía como padre
de tres hijas, he comprendido que la verdadera riqueza no reside en los logros
externos, sino en la solidez de los lazos familiares y la autenticidad de las
relaciones. Si nuestros hijos no son solo nuestros descendientes, sino también
nuestros amigos más queridos, habremos cumplido el propósito más noble de la
paternidad. Yo soy un autor renombrado internacionalmente, pero mi mayor tesoro
son las risas compartidas, los abrazos sinceros y las conversaciones cómplices
con mis hijas.
En la senda del Proyecto de
Educación Emocional, les invito a abrazar la oportunidad única de fortalecer el
vínculo con sus hijos, de sembrar la semilla del amor incondicional y el
respeto mutuo. Que cada noche dedicada a este proyecto sea un cálido refugio de
complicidad y ternura, un recuerdo imborrable en el corazón de sus hijos.
¡Adelante, padres y madres brillantes, y que el PEE sea el faro que ilumine el
camino hacia una crianza plena y enriquecedora!
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